Guadalupe Candia[1]
Berenice Alvarez[2]
CDI Dr. Iglesias. MSCB.
Tramas de la Formación Docente. Miradas desde el Sur / Edición especial -
T ramas de experiencias pedagógicas (2025), (11-15 pp.), Junio, 2025, ISSN en linea: (en trámite)
Instituto de Formación Docente Continua Bariloche
Resumen
La experiencia compartida se desarrolla en el Centro de Desarrollo Infantil “Dr. José María Iglesias” a partir del año 2023, guiada por el principio filosófico del “Ubuntu”: “Yo soy porque nosotros somos”. Este enfoque colaborativo orientó la creación de un ambiente alfabetizador que valore la crianza compartida y el trabajo en equipo con las familias. Desde una mirada sensible, las educadoras diseñaron espacios significativos que promueven el desarrollo integral de las infancias, con intencionalidad pedagógica y respeto por la singularidad de cada niño/a. Se priorizó el vínculo, el cuidado, la empatía y la construcción conjunta de límites y rutinas, transformando la sala en un verdadero “nido” multicultural. Se parte de la idea de que los/as niños/as no son analfabetos culturales, sino sujetos activos que aprenden a leer el mundo a través de experiencias y vínculos. Las educadoras actúan como mediadores culturales, presentando un mundo rico en significados para favorecer procesos genuinos de alfabetización cultural.
Palabras clave: alfabetización cultural, ambiente alfabetizador, crianza compartida, mediación pedagógica
Abstract
The experience described has been taking place since 2023 at the Early Childhood Development Center “Dr. José María Iglesias,” guided by the philosophical principle called Ubuntu: “I am because we are.” This collaborative approach provocated the creation of a literacy-rich environment that values shared caregiving and teamwork with families. From a sensitive and attentive perspective, the educators designed meaningful spaces that promote the holistic development of young children, with pedagogical intentionality and deep respect for each child’s individuality. Priority was given to bonding, care, empathy, and the joint construction of boundaries and routines, transforming the classroom into a true multicultural “nest.” The experience is grounded in the belief that children are not cultural illiterates, but active subjects who learn to read the world through relationships and experiences. Educators act as cultural mediators, presenting a world rich in meaning to foster authentic processes of cultural literacy.
Keywords: cultural literacy, literacy-rich environment, shared caregiving, pedagogical mediation
Introducción
La experiencia que aquí deseamos compartir se inició en el año 2023. Nos encontramos con la reapertura del edificio del Centro de Desarrollo Infantil “Dr. José María Iglesias” de la municipalidad de San Carlos de Bariloche. El equipo de educadoras tuvimos la gran responsabilidad de tomar importantes decisiones acerca de cómo generar un verdadero “ambiente alfabetizador”. Así, por ejemplo, llegamos a acuerdos sobre cómo dar esa bienvenida a las nuevas familias que ingresaban a la sala de bebés. Para ello, tomamos el siguiente lema: “Ubuntu: yo soy porque nosotros somos”, que nos acompañó y nos continúa guiando en nuestra labor hacia las infancias y sus familias.
Desarrollo
El término “Ubuntu” es una antigua palabra africana que para la cultura Zulú y Xhosa significa “Yo soy porque nosotros somos”. Se trata de una filosofía de vida donde se hace a un lado el individualismo para ponerse en el lugar del otro/a. Se valora el trabajo en equipo, el respeto mutuo, la confianza, el cuidado, la empatía y la generosidad hacia los/las demás. Nelson Mandela nos dice:
Ubuntu no significa que la gente no deba cuidar de sí mismo, la pregunta por lo tanto es ¿vas a hacerlo para que la comunidad a tu alrededor pueda mejorarse?, estas son las cosas importantes en la vida, si uno puede hacer eso habrá hecho algo muy importante que será apreciado (1997).
Consideramos que el CDI es un espacio de primera infancia donde se cuida, se acompaña, se cría y se educa. Se educa cuando se sostiene en brazos a un/a bebé/a, cuando se da respuesta a sus demandas, cuando se les prepara un espacio para que pueda jugar, descansar o alimentarse. Aquí, las educadoras observamos, acompañamos, hablamos por momentos y por otros callamos. Sostenemos con abrazos, otras veces sostenemos con la mirada. Jugamos, seleccionamos objetos, preparamos ambientes y muchísimas otras acciones intencionales. Detrás de cada una de ellas hay un sentido de porqué se realizan de esa manera. Entonces, las educadoras permanentemente estamos enseñando y así nos vamos convirtiendo en lo que Elizabeth Marotta (2O21) denomina “pescadoras de oportunidades”.
Generar condiciones para que las niñeces vivan experiencias enriquecedoras es indispensable para su crecimiento y construcción de la subjetividad. Para esto es necesario llegar a acuerdos entre familias e institución. No es una competencia entre ambos, sino lograr afianzarnos como “equipos de crianza” para brindar herramientas que apoyen a las infancias a crecer en un contexto que aliente su diversidad. Aquí volvemos a traer el término de “Ubuntu” para destacar la importancia del trabajo con un otro/a, del verdadero trabajo en equipo. Silvia Rebagliati (2008) plantea que en el proceso de interacción entre los/las pequeños/as, los/las adultos, las familias y los diferentes contextos del ambiente se entrelazan, construyendo de manera conjunta una rica trama favorecedora, que enriquecerá el desarrollo personal y social de los/as sujetos.
Consideramos importante destacar el valor de la empatía entre los equipos de educadoras ya que en el CDI se trabaja en dúos o tríos pedagógicos. Resulta importante revalorizar los saberes de cada educadora, sus trayectorias y habilidades para potenciarlas, para apoyarse y complementarse. Asimismo es necesario señalar la importancia de la comunicación, de conocerse y crear un vínculo que permita respetar al otro/a. Con nuestras parejas pedagógicas nos encontramos con una nueva sala que debíamos rearmar. Ello nos llevó a pensar en varias cuestiones: ¿qué mobiliario es necesario para organizar los espacios de alimentación, higiene, juego y descanso? ¿Serían espacios permanentes o móviles? ¿Qué objetos y juguetes serían adecuados seleccionar? Dar respuestas a todos estos interrogantes nos llevó a interpelarnos, a tomar cada decisión con intencionalidad pedagógica y así construir un ambiente alfabetizador armónico, funcional, estético, seguro y contenedor.
Tomamos decisiones que resultaron ser claves para el funcionamiento de la jornada diaria, para beneficiar el acompañamiento a los/las bebés/as. Una de ellas fue el uso de un bolsillero, donde las familias debían dejar al ingresar los materiales necesarios para la higienización —pañal, toallitas húmedas, muda de ropa—. Al retirarse, debían volver a guardarlos en la mochila. De la misma manera se propuso que colocaran las camperas y mantas afuera de la sala. Esto hizo que las familias tuvieran que dedicarse unos minutos para acomodar las cosas de sus niños/as . Ese valioso tiempo fue aprovechado para intercambiar con las educadoras y también que sean ellos/as mismos quienes retiren y coloquen el abrigo. De esta forma, fuimos acompañando de forma amorosa y respetuosa estos momentos para ir enseñando que hay maneras diferentes de realizar estos cuidados, donde los niños/as se sientan realmente mirados/as y comprendidos/as.
Tomamos nuevamente las palabras de Silvia Rebagliati quien sostiene que surge un “encuentro sensible con lo individual de cada ser”, lo cotidiano, lo singular, que luego construirá un encuentro genuino. Es en este sentido, la educación se transforma en dar, sin esperar nada a cambio. Lo que sucede es que nos constituimos en sujetos desde un otro/a, desde la presencia, la ausencia, la mirada, la palabra, la necesidad, la fantasía del otro/a . El otro/a desde la gratificación o la frustración, la cercanía o la distancia, la aceptación o el rechazo, nos sostiene, nos condiciona y, a su vez, cada uno de sus actos son portadores de un orden social que contiene y determina ese vínculo (Rebagliati, en Soto, 2008, p. 127).
Al siguiente año, dos de las educadoras continuamos nuestra trayectoria con los mismos grupos de familias y bebés/as, en la sala de deambuladores. Aquí continuamos con una organización similar al año anterior. En conjunto con las familias se realizó una división del espacio de la sala, a través de un cerco de madera, que delimita los diferentes espacios. De un lado el sector de la alimentación e higienización y del otro, el sector de juego y/o descanso. Esto resultó ser para todos/as el encuentro con un límite físico. Enmarcamos el concepto de límite desde el amor y el respeto.
Comprendemos que los espacios definidos y pensados por los adultos a cargo permiten expresar, tanto a los niños/as como a sus familias, un límite natural, lo que brinda seguridad y muestra hasta dónde llega su libertad y exploración para no dañarse o dañar a otros/as. Principalmente les brindamos la posibilidad de regularse y comprender que toda acción tiene su consecuencia, sin necesidad de que exista un/a adulto que intervenga constantemente, generando un espacio que invite a ser habitado. Tomamos en consideración el concepto de “nido”. Así suelen llamarse en Reggio Emilia, Italia, las salas maternales. Este término remite a un lugar confiable, cálido, preparado cuidadosamente por la hembra o el macho según la especie para recibir a la cría.
Fue así como de a poco, y en equipo con otros/as, fuimos construyendo este nido como un ambiente alfabetizador (Frabonni, 1980; Malaguzi, 2005). Esto aportó a esos/as bebés/as, niños/as pequeños/as una lectura del mundo en todas sus dimensiones. La sala se fue convirtiendo en un lugar flexible a partir de la rutina diaria, brindando momentos de cuidados, propuestas de enseñanza, un “ambiente multicultural”, pensado con el propósito de brindar diversas posibilidades de acción y autonomía. Consideramos importante dar esa oportunidad de ser incluidos/as desde el interior de la tribu, construyendo nidos apropiados para cada niño/a, ya que no todos/as necesitamos lo mismo cuando llegamos al mundo.
Es importante que las instituciones se planteen ciertas pautas y herramientas para acompañar a las crianzas y empoderar a las familias. Los/as educadores somos puentes entre los derechos de las infancias y las obligaciones de los adultos que deben protegerlos/las. Para esto es necesario mostrarles nuevas maneras de vincularse y estar en el mundo, pero al mismo tiempo cuidarse y generar hábitos que los/las amparen y cuiden.
Conclusiones
Defendemos la idea de que los/las bebés/as, niños/as pequeños/as que llegan a las instituciones de primera infancia no son analfabetos culturales, es decir, que llegan con su pequeña valija cargada de experiencias, tradiciones, formas de comunicarse, con sus propios “saberes”. A medida que se abren a conocer el mundo, esa valija va incorporando nuevos y valiosos saberes. Por lo tanto, resaltamos la idea de que “los/as bebés/as aprenden a leer el mundo”, se alfabetizan pero no en el sentido clásico de la lectura y la escritura. Graciela Montes plantea que leer es algo más que descifrar, es “construir sentidos” (2006). Se lee una imagen, se lee la ciudad que se recorre, el rostro de una persona. Los/as bebés/as desde pequeños/as interpretan aquello que observan, experimentan, escuchan, les van otorgando sentido a lo que sucede a su alrededor y todo aquello que van sintiendo en ese transitar. Este aprendizaje no lo van haciendo solos/as sino que es mediado por los sujetos que los cuidan, quienes serán sus “representantes de la cultura” en la que ellos/as crecen. Entonces, la tarea de las/los educadores es presentarles el mundo para que puedan tener la oportunidad de reconocerse como constructores y creadores de nuevos mundos.
Tal como se afirmó, los bebés/as, niños/as pequeños/as aprenden a leer el mundo para conocerlo, para comunicarse con otros/as. Se necesita que sus educadores también aprendan a leerlos: a leer sus gestos, su tono muscular, sus manifestaciones culturales propias de su cultura de origen. El gran desafío de las instituciones es, en un principio, conocerlos/las para comprenderlos/las y respetarlos/las y luego desde allí poder ampliar y enriquecer sus procesos de alfabetización cultural. Podemos afirmar que enseñar alfabetización cultural implica ser mediadoras y mediadores entre un sujeto que construye su mundo activamente y ese mundo más grande. Los/as adultos le dan significados culturales a los objetos, le muestran sus usos, le enseñan las herramientas de la cultura (Marotta, 2021, p. 18).
Al analizar esta experiencia que construimos —y continuamos construyendo— creemos que la comprensión del tiempo de las infancias, sus familias y el nuestro, debe ser tomada en serio, para ofrecer un presente de calidad con decisiones acordes a las necesidades que tienen en ese momento. Hay una intencionalidad de que estas sean bases sólidas para crecer como seres empoderados/as, fuertes y potentes. En pocas palabras ser equipos de crianza que tomen pequeñas decisiones y que estas sean grandes a futuro.
Bibliografía
Frabboni, F., Galletti, A. y Savorelli, C. (1980). El primer abecedario. El ambiente. Presentación de V. Benedito Antolí. Ed. Fontanella.
Malaguzzi, L. y Hoyuelos, A. (2005). En: Caballenas, I. y otros, Territorio de la infancia. Diálogo entre arquitectura y pedagogía. Editorial Graó.
Mandela, N. (2006). Experience ubuntu.ogv. Wikimedia Commons. Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Experience_ubuntu.ogv
Marotta, E. (2021). Clase 1. Enseñar el desarrollo personal y social y la alfabetización cultural. Seminario Educar desde la Cuna III. Enseñar a habitar el mundo para imaginar otros mundos. Ministerio de Educación de la Nación.
Montes, G. (2006). La gran ocasión. La escuela como sociedad de lectura. Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación.
Soto, C. y Violante, R. (2008). Pedagogía de la crianza. Un campo teórico en construcción. Paidós.